“El 4 de marzo de 1910, ante un grupo de colaboradoras, el reconocido por la Iglesia Universal, Beato Manuel González, y entonces Arcipreste de Huelva, derramó el gran anhelo de su corazón. Así nos lo narra: “Permitidme que, yo que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy vuestra atención y vuestra cooperación en favor del más abandonado de todos los pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado… os pido por el amor de María Inmaculada y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagáis las Marías de esos Sagrarios abandonados".
Así nació la “Obra para los Sagrarios-Calvarios". Obra para dar una respuesta de amor reparador al amor de Cristo en la Eucaristía, a ejemplo de María Inmaculada, el apóstol san Juan y las Marías, fieles en el Calvario. La Unión Eucarística Reparadora, iniciada con las Marías de los Sagrarios y Discípulos de san Juan, se extendió rápidamente y abrió camino a la Reparación Infantil Eucarística en el mismo año.
Don Manuel funda los sacerdotes Misioneros Eucarísticos en 1918; la Congregación Religiosa de Misioneras Eucarísticas de Nazaret en 1921, en colaboración con su hermana María Antonia, la institución de Misioneras Auxiliares Nazarenas en 1932, y la Juventud Eucarística Reparadora en 1939.
La rápida propagación de la Obra en otras diócesis de España y América, a través de la revista «El Granito de Arena», le impulsó a solicitar la aprobación del Papa. Don Manuel llegó a Roma en 1912, y el 28 de noviembre fue recibido por el Papa San Pío X, a quien fue presentado como «el apóstol de la Eucaristía». San Pío X se interesó por toda su actividad apostólica y bendijo la Obra.
Estas fueron las palabras de Juan Pablo II el día de su beatificación: “Esa fue la gran pasión del nuevo beato Manuel González García, obispo de Málaga y después de Palencia. La experiencia vivida en Palomares del Río ante un sagrario abandonado le marcó para toda su vida, dedicándose desde entonces a propagar la devoción a la Eucaristía, y proclamando la frase que después quiso que fuera su epitafio: “¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!". Fundador de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, el beato Manuel González es un modelo de fe eucarística, cuyo ejemplo sigue hablando a la Iglesia de hoy”.
A esta fundación de San Manuel González le debo parte de mi formación espiritual en la familia y en la parroquia. El sentido de la adoración eucarística reparadora la adquirí por la enseñanza y catequesis familiar y por mi vinculación a la Reparación Infantil Eucarística, mientras alternaba el oficio de monaguillo en la parroquia a la pertenecía.
A lo largo de mi vida sacerdotal he colaborado y servido a las Hermanas Nazarenas, y ellas mismas han estado al lado de un micrófono durante largos años en la Cope local, cuando servíamos a la audiencia con la programación religiosa.
También mi contacto con San Manuel González lo tuve por medio de sus dos sobrinos sacerdotes: don José María González Ruiz y sus escritos y sus conferencias en la España de la Transición con todas las polémicas que acarreaban; y don Manuel González Ruiz, gran especialista en impartir Ejercicios Espirituales para sacerdotes y laicos en la casa de la Nazarenas en Málaga, donde estuve varias veces.
Invito a que demos gracias a Dios por el centenario de la Obra de las Marías de los Sagrarios, que se apoyan en la adoración de Cristo en la Eucaristía, acción litúrgica imprescindible para la vida espiritual individual y comunitaria de cualquier cristiano.